sábado, 12 de agosto de 2017

LA PALABRA DEL DOMINGO

DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A.
Mt.14,22-33.

 NUESTRA BARCA EN EL LAGO

   Se me hace necesario recurrir al texto que precede al que hoy vamos a compartir y que nos habla de la necesidad de Jesús de estar a solas con el Padre. Se ha enterado de la muerte violenta del Bautista e imagino que esto le pondría delante la inminencia de su destino. Quiere, necesita  estar a solas con el Padre. Pero el deseo de la gente de oírle hablar de Dios impiden  que se lleve a cabo esta necesidad  y le buscan...

 Aquí es donde tomamos el texto de este domingo. Los discípulos ven que la gente no ha comido y le piden que los despida. El les hace una propuesta: denles ustedes de comer. Se produce la multiplicación de los panes. Es ahora cuando Jesús apremia a los discípulos para que le dejen solo, necesita orar, necesita entrar dentro de El y  sentir la presencia y la fuerza del Padre. Ellos se van y estando Jesús en soledad cae la noche. La barca  se encuentra en medio del lago. La tormenta se hace presente. Jesús lo sabe y acude en la madrugada, en ayuda de los que están en peligro  haciéndose presente sobre las aguas.
  Todo sucede muy rápido: Pedro y su deseo de saber que Jesús es realmente quien el cree que es, la  invitación  de Jesús, el andar sobre el agua, la duda, el miedo,  la desesperación,  el  ¡Señór, sálvame!,  para concluir, una vez que todo está en calma, con la confesión de fe de los de la barca: Realmente eres Hijo de Dios. 
 Me he dejado atrás de forma intencionada, el reproche  que Jesús hace a Pedro.
Después de todo lo vivido, después de todo lo visto y comprobado, surge la duda provocada por el miedo, que brota en el corazón de Pedro ante el peligro de la perdida de la vida y después de haber sido el mismo quien pidió a Jesús  andar sobre el agua.
El lago, la barca, el viento, el miedo, la noche y esa presencia solícita de Jesús  cercano a los suyos para salvarles.
Jesús viene del encuentro con el Padre  en el cual y sin duda, ha sido consolado y de donde  sale fortalecido y ahora el hace lo mismo con los que les han sido confiados.

Esta es la tónica de acción de Jesús aprendida con y desde el Padre y esto es lo que el enseña y pide a los suyos. Solicitud, fortaleza, no en uno mismo , sino en Dios; ánimo, mano tendida. Salvación, en una palabra, para aquellos que quieren estar con el: "mándame ir a Ti".
 Descubrimos además, que la fe no es cuestión de uno solo, al percatarnos, después de todo lo sucedido con Pedro, que quien confiesa  a Jesús como Hijo de Dios no es solo este, sino todos los que están en la barca. La manifestación publica de nuestra experiencia de Dios ayuda a que los demás crezcan en la fe y en la confianza en el Señor.
 Se hace imprescindible hacer  hueco en nuestra barca para que Jesús ocupe  el lugar que le corresponde y que no sea ocupado por cualquier otro.
¡Feliz día del Señor!

 

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