sábado, 5 de agosto de 2017

LA PALABRA DEL DOMINGO

DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A.  LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR.

 MARCANDO EL CAMINO
 Hacer tres chozas, el testimonio del Padre sobre Jesús, no decir nada a nadie hasta que Jesús resucite, son  ideas que nos encontramos en el texto que hoy se nos ofrece y que merecen ser reflexionadas  por separado aunque todas tienen un nexo común: la experiencia de Dios, su llamada.




 Jesús regala a estos discípulos - Pedro, Juan y Santiago -  una experiencia particular que ellos van a recordar y les va a servir a lo largo de toda su vida. Será el latiguillo que les mueva a la hora de dar testimonio. Nos percatamos que el Reino de Dios se va construyendo poco a poco desde la experiencia de Dios y la voluntad decidida del hombre aunque este  falle en muchas ocasiones.
La tentación, como todos sabemos, esta en quedarse en la nube, en la experiencia gozosa de Dios, olvidando el deber de cada día y no pienso que sea por mala voluntad o egoísmo, sino porque  aún no hemos terminado de entender la economía del Reino de Dios.  Si Dios se nos manifiesta es para que aceptemos a Jesús en su totalidad: como Hijo suyo amado y como portador de buena noticia para toda la humanidad desde una entrega generosa que le lleva al propio olvido.
Por tanto, nada de quedarnos en nuestro espacio seguro, nuestra casa particular e interior, olvidando lo que nos rodea, aunque estemos en medio de mucha gente y tengamos muchos amigos; ni una, ni tres chozas, el discípulo ha de estar a la intemperie de Dios, como lo estuvo y sigue estando el Maestro.

 Este Hijo amado tiene que ser la pauta que marque el ritmo de nuestra vida, nuestras decisiones, pensamientos, amistades, conversaciones y trabajos, en medio de un mundo que  aceptará o no a Dios, lo nuestro ha de  ser la fidelidad en ese terreno y  hablar de Jesús como el Señor resucitado. Ya llegó la hora de hacerlo, este es el momento en el que el mundo carente, muchas veces, de paz y esperanza, busca alivio y consuelo; cuando  digo el mundo me refiero a tantos hermanos nuestros que viven en un sin vivir, que mueren viviendo y que no terminan de encontrar el centro y la razón de su vida aunque se esfuerzan  de verdad por ello, porque buscan donde no hay. Ahí hemos de estar nosotros, ahí les hemos  de anunciar que es Jesús, el Señor, el que tiene y posee y puede dar sentido a toda existencia, también a la de ellos.
 Es necesario dejarse encontrar por el Padre, dejarse envolver por la nube y escuchar, escuchar al Hijo amado y predilecto.


Esto es lo que, si no me equivoco, se nos pide  cuando  se nos habla de Iglesia en salida, de descartados, de encuentro y diálogo, de dignidad de la persona, de solidaridad,etc... ¿ Acaso no  es eso lo que se nos dice en las bienaventuranzas?
¡¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!!
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario