sábado, 24 de junio de 2017

SINTIENDO Y MIRANDO CON OJOS DE NIÑO ADULTO
   Cada vez mas me voy dando cuenta de que voy siendo mayor y que ya no tengo la fuerza que tenia para hacer las cosa, aunque no me faltan las ganas, esa es la verdad. Alguien dijo que  la mente y los ojos siguen siendo siempre niños y creo que estaba en lo cierto. Todo esto viene a cuento de que en esta semana hemos estado visitando a los enfermos de la parroquia que lo han solicitado. La  mayoría, no puedo decir que todos, personas mayores.
El balance es positivo, creo que les llevamos  un algo de alegría y por supuesto, el consuelo de Jesús en la Eucaristía.
  En mi interior se han ido despertando preguntas sobre algo que todos sabemos, pero que hasta que no tocamos con nuestras manos, por no decir con el corazón, no nos  interrogan.
 No me refiero a lo clásico de que la vejez es fea, de que la soledad entristece, de que los achaques hacen sufrir, que sí.  Creo que hay que ir mas al hondón de la cuestión.
  La vida de estas personas que se  ven arrinconadas o que hemos arrinconado, con todo un rico bagaje de experiencias y sabiduría, no aprendido en la escuela o la universidad. Estas vidas, digo, en la mayoría de los casos, se alimentan  de la memoria,  como única tabla de salvación y el desconsuelo, viendo lo que se es y pensando en lo que se fue... Estas personas viven por su situación como encarceladas  en un tercer, cuarto o quinto piso, que un día se adquirió  con toda la ilusión del mundo y que ahora se ha convertido en una autentica prisión. Cárcel llena de fotos y recuerdos de los que  se han ido y de los que están, para, en el fondo, seguir en la ilusión, en el recuerdo y que, por otra parte, ayudan a sostener la esperanza de la visita semanal o quincenal de un hijo u otro familiar y si no, y cuando hay suerte, la  de la vecina que se acerca con un plato de comida, se interesa y está al tanto.
Estos ancianos nuestros se ven  muchas veces obligados a  tener que compartir su  vida de hogar con una persona que no conocen de nada y que le han puesto los familiares o la asistencia social, para que les hagan de comer, limpien la casa, se les lleve al baño, se les duche  y manejen su vida. No dejan de ser personas extrañas por mucha delicadeza y amor que pongan.
Y me pregunto si cuando decimos que se le ha puesto una persona que le atiende, no deja deja de ser una forma muy sutil de tranquilizar nuestra conciencia.
A veces los ancianos tienen que vivir en su  reducida habitación con la casa llena de niños y personas mayores, cuando lo que necesitan y desean es tranquilidad, sosiego, respeto a su intimidad y mucho  cariño. Otras veces se les niega la posibilidad de ser visitados, sin respetar  sus creencias y su necesidad del consuelo que la Iglesia les puede acercar y esto, a veces, cargado de desprecio hacia el enfermo. Son estos los tiempos que corren y se piensa que como yo no creo y ahora soy quien manda, pues en mi casa no quiero nada que huela iglesia o  parecido. Es una forma de negar el derecho que tienen a vivir y practicar la fe que siempre han tenido.  No deja de ser es una  forma de crueldad e intento de anular a la persona.
En una reflexión  que he ido haciendo a lo largo de la semana y creo que si puedo ayudar en algo, ahí está. Lo cierto es que  debemos seguir teniendo los ojos bien abiertos y no mirar para otro lado.Eso es pecado. 
Y lo de mi vejez, a ver lo que Dios quiere. Habrá que irse preparando para ello si es que llegamos.
José Rodríguez Díaz.

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