miércoles, 14 de junio de 2017

QUIERO HACER LA PRIMERA COMUNIÓN


Hoy necesito contar que  no soy capaz de borrar de mi cabeza los ojos de una niña  de unos nueve años que, días pasados, se me acercó diciéndome que quería hacer la primera comunión. En sus ojos había mucha expectación por saber qué le iba a responder;  yo era y soy, el cura, a ver que me dice; el es el que tiene a Dios, el que sabe y el que posee la facultad de decirme si o no; a ver que me dice. Yo la miré, trate de hacerlo con todo el cariño del mundo y le dije que era mejor que viniera con su mama para hablar sobre el tema. La respuesta de la niña fue que su madre  no quería que hiciera la primera comunión, pero que ella sí quería hacerla. Puse toda  mi atención en su cara y sobre todo, en su mirada que no se me olvida. Trate de acercarme a ella con todo mi afecto para decirle que estuviera tranquila que si su mama no quería es porque los mayores,  a veces, tenemos muchos problemas  y que cuando fuese mayor ella podría hacer su primera comunión pero que, mientras tanto, no dejara de venir a la iglesia mientras pudiera y que hablara con Jesús que también esta en su corazón, aunque no  haya hecho la primera comunión.
Cuando se fue toda la gente y la iglesia quedó sola, yo también me encontré solo y con aquella mirada clavada en el corazón. Dando vueltas en mi cabeza a este encuentro, pensaba si lo que había hecho era lo justo, si no debí haber hecho otra cosa. Las ideas eran  un autentico revuelo e iban del corazón al cerebro. Esto es un aviso del Señor, pensé y sigo pensando. Hay que ponerse manos a la obra, pero ¿ cómo? ¿ desde donde? Tengo que estar mas vigilante, me dije y me sigo diciendo.
El Señor llama a la puerta desde los mas pobres e indefensos y cuando menos lo esperas. Tuve hambre y me diste de comer... 

Este aviso a caminantes, pensé, es una muestra de que, una vez mas, los niños están siendo victimas de los mayores. No tenemos derecho a negarles la experiencia de Dios, el encuentro con la trascendencia,la posibilidad de la espiritualidad y de una vida interior. Ellos también necesitan ser reconfortados y saber que Dios les ama. Sí, Dios también los ama y quiere  hacer morada en ellos.
Por todo eso y por respeto, tenemos el deber de  posibilitarles, facilitarles, provocar en ellos, la necesidad de interiorizar. No es justo que a nuestros niños les dejemos a la deriva, que crezcan como personas sin  vida interior. Muchos creemos que solo lo material es lo que satisface al hombre, también a los niños y eso es un error, el hombre, todo hombre y mujer, necesita cultivar esa dimensión de trascendencia, nuestros niños también.

 En esta tema da igual  que se sea cristiano o no, budista, sintoísta o mahometano. La dimensión, la posibilidad trascendente, es la que hace al hombre sentirse con los pies en la tierra y con el corazón pleno y ademas, facilita poder tener  una relación satisfactoria entre nosotros y con el ser supremo, que para los creyentes  es Padre Dios, para otros puede ser cualquier otra deidad, pero la trascendencia, el encuentro con el misterio en un tu a tu no se lo podemos negar ni robar a nadie.
Necesitamos prestar mas atención a la vida de nuestros niños  y de forma especial a su vida interior. Ir fomentando en ellos valores reales, pero todos, no solo los materiales, también los espirituales.Esto es lo que San Pablo llama inteligencia espiritual.
Ante un mundo que niega lo trascendente y se centra en sólo lo material, hemos de  reivindicar y tener claro, que el hombre no es solo materia, también es espíritu y el espíritu también necesita nuestra atención, ser adiestrado.



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