sábado, 3 de junio de 2017

LA PALABRA DEL DOMINGO

DOMINGO DE PENTECOSTÉS.
Jun.  20,19-23

PENTECOSTÉS PARA UNA IGLESIA EN SALIDA.
   No encontraban los escritores sagrados  la forma de representar el Espíritu Santo y recurren a representaciones simbólicas como son el fuego, la brisa o la paloma, que es el que ha prevalecido quizá por la influencia de las expresiones artísticas. Ya en el relato del diluvio la paloma es el signo de bondad y de la misericordia de Dios, de su querer estar en el corazón del hombre, del fin del sufrimiento para la tierra y de todos los que la habitaban. La Paloma es el signo de Dios que bendice a Noé por  haber escuchado y obedecido la Palabra y luchar por salvar la creación. La paloma también aparece representando el Espíritu Santo en el bautismo de Jesús junto con la voz del Padre que testifica.
 En el relato de Lucas que hoy se nos ofrece, este prefiere el viento recio y las llamaradas de fuego, quizá, para expresar la fuerza de lo que acontece y la capacidad  de transformar y renovar que tiene el Espíritu Santo. 
El Espíritu Santo  actúa en el corazón, en el interior del hombre y por eso  nos cuesta tanto hablar de el. No es lo mismo  que con Jesús pues de el sabemos de su vida, hechos y palabras.
  En la segunda lectura nos dice San Pablo que gracias al Espíritu Santo nosotros podemos confesar y proclamar que Jesús es el Señor y mantenernos en ello a pesar de nuestros fracasos y desaciertos y que en cada uno se manifiesta para el bien común. Pablo recurre al bautismo para  recordarnos el primer encuentro con el Espíritu Santo.
En la secuencia  que hoy se leerá en cada una de las Eucaristías se nos dice que el Espíritu Santo  es  padre amoroso del pobre, luz que penetra las almas, dulce huésped del alma, descanso en el esfuerzo, gozo que enjuga las lágrimas  y reconforta en los duelos... Y se le pide que actúe en cada uno de los corazones de los que le invocan y que como agua riegue, que sane, que llene el vacío del hombre, que ponga calor de vida en el hielo.
 Nos percatamos  de que todo  esto tiene que ver con la vida interior de cada persona, de ahí la dificultad.
 Hoy celebrando  Pentecostés  acudimos al relato que nos hace Lucas de lo que sucedió en Jerusalén y es bueno saber que Lucas  en su libro, no solo habla de este acontecimiento en Jerusalén, hay otros dos:  uno en Samaría y otro en casa de Cornelio. Sabemos que ahí no acaba todo y que hoy es el nuestro, porque el Espíritu sigue acudiendo a la cita  cada vez que lo invocamos como Iglesia de Jesús desde la oración en comunión unida al deseo. Nuestro Pentecostés  podríamos  calificarlo  como el Pentecostes de la Iglesia en salida y que tiene que ver mucho con el de Jerusalén , allí se nos dice que  superaron el miedo hablando una lengua que todos entendían en calles y plazas. La Buena Noticia se extendió como reguero de pólvora por todos los pueblos.
Pidamos que  en esta ocasión el Espíritu Santo  nos espabile, nos saque  del letargo de nuestras perezas y con la fuerza de un viento recio y el fuego que purifica todo pecado nos plante en nuestras calles.
¡¡ FELIZ PENTECOSTÉS PARA TODOS!! 
 


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