viernes, 21 de abril de 2017

LA PALABRA DEL DOMINGO

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA. CICLO A.
 Jun. 20,19-31

      AL ANOCHECER DE AQUEL DÍA

El evangelio de este segundo domingo de pascua nos transporta a la noche del día primero  de la semana cuando ya María había ido al sepulcro y cuando ya , también Pedro y Juan, habían acudido viendo  que algo había pasado al encontrar la tumba  no como ellos lo habían dejado , sino abierta y con  sudario y mortaja por el suelo.

 Estamos en la noche de ese día primero de la semana  donde aún los discípulos estan escondidos y llenos de miedo porque no terminan de creer lo que esta pasando, no las tienen todas consigo. Es en  esa situación  cuando Jesús se muestra en medio de ellos trayendo la paz, devolviendo la alegría, liberando de miedos y dando el don del Espíritu. Es el mismo Jesús que murió en la cruz, lo dicen sus llagas de manos, pies y costado, no es un fantasma. Se muestra para enviarles y les da el Espíritu Santo poniendo en sus manos una misión: ser portadores de perdón y  paz de parte de Dios para todos los hombres. 
           La situación de Tomás que se relata a continuación  tiene  dos vertientes: 1ª La del que no cree el testimonio y  pide pruebas, pruebas contundentes  que no den lugar a dudas y que Jesús le dara a la semana siguiente y 2ª La vertiente de los que hacen el anuncio, de los hermanos; estos  han de aprender  una lección muy importante: la fe es un don que el Señor da desde un encuentro personal entre El y el individuo, un tu a tu . La fe no se adquiere, no se tiene, por el solo hecho del testimonio, que es necesario, que hace falta. Este testimonio ha de ser reforzado por la presencia del Resucitado.
Creo que es importante que tengamos esto muy presente los que estamos en la tarea de la evangelización.  Tarea que hemos de realizar
en un mano a mano con Jesús: Lo nuestro es anunciarle, lo suyo es salvar y dar consistencia a ese anuncio, tocar el corazón del que le busca con sinceridad, ofreciéndose todo entero.
También nos encontramos  en el  texto  la institución del sacramento de la penitencia que es sacramento pascual, de vida nueva y que hemos que recuperar  o fortalecer en nuestras comunidades. Es el sacramento  del hombre nuevo, del que, aún habiéndose equivocado, quiere empezar con la gracia del perdón, con la compañía de Jesús, con la fuerza del Espíritu Santo, desde el amor misericordioso del Padre.

 Por todo lo dicho podemos comprobar que la resurrección de Jesús no  es solo para su gloria que comparte con el Padre y el Espíritu Santo, sino también para la nuestra, para nuestro bien, para nuestro consuelo,  para nuestra alegría, para nuestro perdón y encuentro, para, en definitiva, nuestra paz.

  !!Jesús es el Señor¡¡
 !!La Resurrección de Jesús es para nosotros¡¡

!FELIZ PASCUA¡ 

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