sábado, 5 de marzo de 2016

La cara más oscura de la tecnología móvil

El negocio del coltán beneficia a grupos armados que controlan las minas de algunas regiones de la República Democrática del Congo, país que concentra cerca del 80% de las reservas del mineral utilizado para la fabricación de dispositivos móviles


“El origen de la guerra en la República Democrática del Congo no es el coltán pero el capitalismo mundial se ha aprovechado de la situación”, asegura la periodista congoleña Caddy Adzuba
“Mobile is everything”, predica la edición de este año del Mobile World Congress en que predominará la cara más amable de la tecnología. “Es una gran paradoja y hasta es hipócrita que vivamos en una sociedad hiperconectada donde abunda la información y a la vez vivamos desconectados de cuál es el origen de este bienestar”, explica a Catalunya Plural la periodista Gemma Parellada, que desde 2006 sigue informativamente la realidad de la República Democrática del Congo (RDC) y que recientemente ha hecho el reportaje Viaje a la zona cero del mundo digital.
“En muchos aspectos de nuestra vida diaria hay una parte de África, como es el caso del coltán en nuestros teléfonos”, asegura. Según datos de la organización Friends of the Congo (Amigos del Congo), el país africano concentra cerca del 80% del coltán mundial, un mineral de color negro pizarra compuesto de columbita y tantalita que resiste altas temperaturas y que se utiliza para las baterías de dispositivos móviles, GPS u ordenadores, entre otros aparatos.
“¿Y cuál es el retorno que ellos tienen de nosotros? África sigue siendo el lugar donde todo vale”, lamenta Parellada. En España la combinación de teléfonos fijos y móviles excede los 150 teléfonos por cada 100 personas. En la República Democrática del Congo, por el mismo número de personas sólo hay 48. Son datos del CIA World Factbook que ilustran la paradoja de un país que, a pesar de que tiene una de las reservas de coltán más ricas del mundo, queda muy al margen del nivel de desarrollo de los países occidentales.
La guerra por el control de los recursos y sus víctimas
“El Congo es el corazón de África, la realidad, sin embargo, es que la gente vive un infierno. Todo el mundo quiere su trozo de Congo porque es un país rico en minerales”, asegura el activista Dedy Mbepongo Bilamba en el documental “Crisis en el Congo: destapando la verdad”.
Parellada explica que el del Congo es el conflicto más mortífero desde la Segunda Guerra Mundial. “Estamos hablando de los grandes gigantes mundiales, tecnología, equipamientos médicos, etc. Los drones o las armas de control remoto también necesitan coltán… Estamos hablando de flujos muy grandes. En el Congo está todo el mundo, hay muchos países que tienen la mano metida”, dice la periodista.
Cobalto¿Qué papel juega el coltán en este conflicto? Se lo preguntamos a otra periodista, la congoleña Caddy Adzuba, reconocida por la denuncia que hace desde hace años sobre la relación del comercio ilegal del coltán con el conflicto de su país. “El coltán no es la causa principal de la guerra, la guerra que ha comenzado no ha comenzado por el coltán pero los minerales se han convertido en una oportunidad para alimentar esta guerra”, asegura a este diario.
Adzuba explica que el ciclo de guerra en el Congo comenzó por la necesidad de un cambio político después de un régimen dictatorial a través de una guerra de liberación. “Entre los países vecinos que aceptaron ayudar al Congo a hacer la guerra en el 96 están Ruanda o Burundi. Desgraciadamente la comunidad internacional lo vio como una oportunidad para estabilizar el país y algunos países de la UE o Estados Unidos se implicaron, no para ayudar a los congoleños a hacer la liberación, sino para controlar los recursos”, relata en un francés pausado. “Por lo tanto, el origen de la guerra no es el coltán pero el capitalismo mundial se ha aprovechado de la situación. Hemos visto gente armada que se ha instalado en las minas y un ciclo de violencia”, resume.
El negocio del coltán, en lugar de ser una fuente de riqueza para el país, es un negocio que a menudo termina beneficiando a los grupos armados que controlan las minas. La explotación de los minerales de manera ilegal tiene como consecuencia, según Adzuba, que haya una categoría de personas más vulnerables: las mujeres y los niños. En el caso de las mujeres, la consecuencia es la violencia sexual. “Idean la violación de todas las mujeres de un poblado y de esta manera la comunidad queda anulada, ya que la mujer tiene un rol social de cohesión”, comenta.
En una población donde cerca de la mitad son menores de edad y donde la extracción del mineral es a menudo complicada para un cuerpo adulto, muchos menores son víctimas de trabajo forzado y explotación infantil. “Son utilizados en las minas, obligados a dejar la escuela y esclavizados, y entre las niñas, además, existe la prostitución forzada”, explica Adzuba.

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