sábado, 12 de septiembre de 2015

Carta abierta al Papa Francisco

   2 de septiembre de 2015
Estimado papa Francisco:
Como Católicas por el Derecho a Decidir, apreciamos sinceramente que, en el marco del Año de la Misericordia, usted haya comprendido el dilema en que muchísimas mujeres se encuentran ante el imperativo de interrumpir un embarazo no deseado y en consecuencia haya concedido a los sacerdotes, ya no única y exclusivamente a los obispos, la facultad de absolver lo que han denominado “el pecado del aborto”.

Como creyentes, al igual que muchísimas teólogas y teólogos, consideramos que el aborto no es pecado cuando las mujeres han tomado esta decisión en conciencia, de manera informada y orada y obligadas por las circunstancias: cuando el embarazo ha sido producto de una violación, por problemas de salud, por correr peligro su vida, porque están viviendo una difícil situación económica o social, o se trata de niñas que han sido abusadas sexualmente, entre otras. En ningún caso, las mujeres, ni en las situaciones más extremas, vivimos el dilema del aborto de manera superficial, como lamentablemente usted lo ha mencionado.
 Para las mujeres, como para cualquier ser humano, la vida es muy valiosa. Quienes abortan no lo hacen porque han perdido la sensibilidad ante la vida. Para la gran mayoría de ellas, la vida es tan valiosa que no están dispuestas a traer una persona al mundo en condiciones de violencia, pobreza e infelicidad tanto para esa vida en ciernes como para sus familias.

Muchísimas mujeres hemos encontrado en algunas legislaciones civiles más misericordia y justicia que en nuestra propia Iglesia, porque dichas leyes nos consideran personas adultas con capacidad para tomar decisiones . Algunas leyes han dejado de considerar el aborto como un delito porque ponderan dos bienes, el de la vida en ciernes y el de la mujer, y han considerado las distintas circunstancias que viven las mujeres que abortan sin que sean castigadas por ello. Lamentablemente, muchos obispos en el mundo continúan estigmatizando a estas hermanas nuestras y presionando a las autoridades civiles para que sean castigadas.
    Valoramos profundamente sus esfuerzos por suscitar una Iglesia incluyente, misericordiosa, amorosa, acogedora, que comprenda las alegrías y tristezas de todas las personas, que recupere la plena comunión sin estigmatizar a nadie. Valoramos que haya comprendido las circunstancias que han conducido a las mujeres a tomar esta difícil decisión, que reconozca que en la mayoría de los casos subyace “un drama existencial y moral” y una decisión dolorosa. Ciertamente, sería fundamental que también considerara que la despenalización del aborto ha ayudado a salvar la vida de muchísimas mujeres, ha reducido su práctica clandestina, insegura y en condiciones insalubres.
 Para el Año Jubilar, y desde estas reflexiones, proponemos que:
Se considere que el aborto no es pecado cuando ha resultado de una decisión en conciencia y de manera informada y orada, y cuando el embarazo ha sido producto de una violación, haya problemas de salud, corra peligro la vida de la mujer, se viva una difícil situación económica o social o se trate de niñas que trágicamente han sido abusadas sexualmente, entre otras razones.
Las autoridades eclesiásticas de todo nivel dejen de estigmatizar a las mujeres que abortan y dejen de presionar a las autoridades civiles para que ellas sean castigadas y perseguidas como delincuentes, porque, como usted lo ha mencionado, la convivencia respetuosa y pacífica depende de la laicidad del Estado.


Todas las autoridades eclesiásticas pidan perdón por el daño físico, moral y espiritual que han generado a millones de mujeres que han abortado, y que no han dado muestra de niguna expresión de misericordia.

Como en nuestras cartas anteriores, le agradecemos profundamente su atención.
Atentamente,
Red Latinoamericana de Católicas por el Derecho a Decidir .
 

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