sábado, 20 de junio de 2015

LA PALABRA DEL DOMINGO

DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B. 
Mrc.4,35-40


SÍ LE IMPORTA QUE NOS HUNDAMOS.

San Marcos  en esta ocasión nos plantea cuatro momentos en el texto de este domingo que tienen mucho que ver con la relación  entre Jesús y los suyos:
 a) La obediencia  a la palabra: vámonos a la otra orilla. B) el miedo que experimentan ante el acontecimiento de la tormenta ( la barca se llena de agua y se hunde). C) Acuden al  Maestro que dormía y  d) la sorpresa que se llevan al ver  el mar y el viento obedeciendo.
 Como coda de todo esto está la pregunta que se hacen ¿ Quién es este?.
 Es una sucesión de acontecimiento encadenados que desenboca en un interrogatorio personal, que  tiene que ver con sus vidas y actitudes, no solo en ese momento, sino que se va a prolongar a lo largo de sus vidas.
 Es una fuerte experiencia de salvación ya que ha sido la misma vida la que ha estado en peligro de perderse.
De entrada, deducimos que es necesaria la experiencia de Salvación que Jesús aporta  a nuestra vida para que nuestra  libre opción  por aceptarle sea definitiva.
 Opción que  hemos de mantener a lo largo de nuestros días en los avatares de nuestra existencia, tanto a nivel personal como a nivel de Iglesia, no podemos olvidar el significado de la barca ( Iglesia) y el del mar en tormenta ( el mundo donde la Iglesia lucha por llegar, portando a Jesús con ella , a la otra orilla).
 Los discípulos de antes, los primeros,  somos hoy nosotros, que como aquellos nos embarcamos con Jesús y sufrimos los envites del temporal  desde todos lados. Lo que está por esclarecer es si nosotros acudimos a El ante el miedo que despierta la tormenta  o si por el contrario, le dejamos que siga dormido en nuestro corazón, en la Iglesia, cuando bien sabemos que el que nos invita a ir a la otra orilla es el mismo Señor y que por tanto también El tiene interés en que la travesía se culmine arrivando a nuestro destino.
 Quizá, maltrechos,  cansados y heridos, pero felices de haber  sacado adelante el empeño con la ayuda del Señor que nos acompaña. 
  Preguntarnos si estamos compartiendo con el Señor, alegría y miedos, ilusiones y esfuerzos, paz o desconsuelos.
 Creo que esto es importante porque desde el momento que no seamos capaces de ponerlo todo  en manos del Señor, la tormenta va a poder con la barca  y mas que con la barca, con los que la conducen. El tedio, la desilusión, el abandono, el no dedicarnos con cuerpo y alma al anuncio del Reino, poco a poco se van apoderando de nuestro corazón y nosotros, acostumbrándonos a ello y eso, se refleja en nuestras actitudes y  termina por hacer de nuestra vida algo sin sabor, estéril  e infructuoso, por mucho que la queramos vestir de acertados logros.
 Así es que, a la barca, a la otra orilla, sin miedos, porque Jesús va con nosotros y  la victoria, si le somos fieles, esta asegurada por muchas tormentas que  se levanten en la travesía.
FELIZ DÍA DEL SEÑOR  

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