sábado, 9 de noviembre de 2013

DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO . CICLO C

 " CRER PARA VER"
 En el texto del evangelio que nos ocupa hoy, Jesús habla abiertamente de la resurrección a unos saduceos que no creían en ella, los cuales le plantean un problema que para ellos tiene difícil solución: Cuando llegue la resurrección ¿ de quien será la esposa al final de los días si ha contraído matrimonio en varias ocasiones?
 El Maestro intenta hacerles caer en la cuenta de que la resurrección no es como ellos la entienden, un simple volver a la misma vida que se tenía antes de morir. Es algo mas profundo, es llegar a la plenitud de la misma vida en Dios, un Dios que no es de muertos, sino de vivos, un Dios que sigue actuando en el acontecer de la historia y por tanto en la vida del hombre.
  Habla también el Maestro de la necesidad ser juzgados dignos y merecedores de  esa nueva vida en la que las necesidades temporales de todo ser humano serán superadas y ya no van  a ejercer su domino en el hombre. También recurre a la Sagrada Escritura para hacerles caer en la cuenta de que Dios es vida y alienta y sostiene la vida en un compás de espera que la llevará a su plenitud, en comunión con El.
Esto, en la época de Jesús y también en la nuestra, es dificil de entender porque  no se trata de algo que podamos medir, comparar con nuestras experiencias, cuantificar. Es solo cuestión de fe, de creer en la palabra que se nos dice, de confiar, aunque sí es verdad que Dios, poco a poco, si andamos por ese camino de la fe, nos lo va dando  a entender, pero  desde nuestra propia dificultad para  abarcar en su totalidad  al mismo Dios. 
Es un proceso y en la medida que se va avanzando  en el, en esa misma medida lo vamos, no sin dificultad, aprehendiendo, haciendo nuestro. La convicción de la certeza de las palabras de Jesús, va siendo mas radical ayudada por los signos y señales que el mismo Dios, a lo largo de la historia general y la nuestra personal, va dejando caer como  gotas de agua en una destiladera que terminan por colmar el vaso.
 Hay que saber esperar y saber permanecer en la confianza de que  todo ello, ya revelado, un día se completará. Poco a poco el vaso se va llenando y termina por rebosar, poco a poco nos vamos haciendo con la plenitud, en la medida en que nos adentramos en el misterio, en la vida de Dios. 
Existe un dicho que dice: " Ver para creer". En la cuestión que nos ocupa se hace necesario cambiar los verbos de lugar: "Creer para ver" y todo empezará a ser distinto.
FELIZ DÍA DEL SEÑOR 

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