sábado, 29 de junio de 2013

DOMINGO TRECE DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.

  LA SOLEDAD DEL GUERRERO.
El texto del evangelio de este fin de semana nos habla de la decisión irrevocable por parte de Jesús de ir a Jerusalén. Como el que no quiere la cosa el evangelista nos va  detallando de varias forma los inconvenientes que va encontrado en su caminar hacia la ciudad Santa.
  Para empezar,  se le niega la hospitalidad en Samaría, otro le hace promesa de seguirle pero el le advierte: no es fácil, ni esperes comodidades y halagos.  A otro, que parece tener posibilidades, le dice que le siga  y  pone la disculpa  de los padres, a otro es la familia lo que le ata, en definitiva, el texto cuando lo leo, me da la sensación de que Jesús se siente totalmente solo. Es la soledad del guerrero, del que lucha por un ideal y que se ve obligado a estar continuamente dando razones del porque de su lucha. La frase con la que se cierra el texto es muy significativa. Es lo que el ha hecho y a lo que invita  a unos y a otros: "El que echa  mano al arado y sigue mirando  atrás, no vale para el Reino de Dios". 
 Lapidaria, contundente, al tiempo que esclarece el porque de su decisión de ir a Jerusalén,  en donde el sabia lo que le esperaba, porque no era tonto, no. Se acerca el momento del testimonio definitivo  por su parte y de dar la posibilidad al Padre para que muestre, una vez mas, su amor, por los hombres, que esa es su gloria. Y, ante eso, no se puede parar, no debe pararse, aunque los que le rodeen  o le busquen o le nieguen sigan en su raquitismo espiritual que les impide descubrir el gran proyecto  de Dios  para con todos. Es el inicio  de su  sufrimiento que ira  creciendo hasta llegar al culmen, al abandono total en las manos del Padre, cuando ya no tiene mas fuerzas para seguir  en la lucha y que  expresa en el grito de la cruz que lo resume y condensa todo : " en tus manos pongo mi vida".
Es esta una gran lección que no debemos olvidar,  no es que todos vayamos a tener  que pasar por ahí, pero si  que será bueno no olvidarla, porque cuando menos lo esperemos nos puede ocurrir.
 La Iglesia no puede dormir en laureles ni buscar éxitos de tejas a bajo, que no dejan de ser pasajeros  y que pronto se olvidan, lo nuestro es tener otras miras y aspirar no a  nuestro triunfo, sino el del proyecto del Padre para y con nosotros, en favor de toda la humanidad. Esto puede sonar excesivo, pero es así.
Feliz día del Señor



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