sábado, 18 de mayo de 2013

LA PALABRA DEL DOMINGO: PENTECOSTÉS

 RECUPERADOS AL AMOR DE DIOS.
 Llegamos este domingo al  final del tiempo pascual con la fiesta del Espíritu Santo, la fiesta de Pentecostés. El texto del evangelio que se nos ofrece es el mismo que  ya leímos en el segundo domingo de pascua, pero mas breve. 

Esto tiene una finalidad: constatar que el Resucitado tiene mucho que ver con el Espíritu Santo. Pascua y Pentecostés están íntimamente unidos de tal forma que nos debe hacer caer en la cuenta de que en la Pascua  ya está presente el Espíritu y al revés y que es por Jesús, por medio de quien lo recibimos. Es Jesús quien  posibilita que la Iglesia reciba el don del Epíritu Santo ya prometido por el Padre. 
Poco a poco el mismo Jesús nos ha ido revelando el misterio de Dios y cuando llega el momento oportuno lo despliega y lo dona a los que han creído en su palabra. Esta es la gloria de Dios, ahora es cuando es glorificado en plenitud el Padre, también lo es el Hijo, por la Acción del Espíritu en el corazón de los suyos, esa es tambien la acción y la gloria del Espíritu y aunque vamos enumerando de forma escalonada la acción del misterio del único Dios: el Padre que nos da al Hijo, el Hijo  que nos devuelve al Padre y el Espíritu que posibilita la misma  vida de Dios en nosotros, es toda una misma acción de Dios cuya finalidad es que el hombre pueda entrar en su misma vida, participe de su gloria con su vida, desde su vida.
Es en este tiempo pascual en donde vemos actuar  conjuntamente a las tres personas, que son un único Dios, de forma portentosa.  Todo ello ya  se nos venía insinuando desde los comienzos de esta etapa definitiva del acercamiento de Dios al hombre, allá en Nazaret, por eso Lucas se encarga en su relato de los Hechos de colocar a María en oración junto con los Apóstoles.(Act. 1,14)
Hoy lo celebramos con gozo, en plenitud,  en esta celebración de Pentecostés, la fiesta de los cincuenta días. La fiesta, la misma gloria de Dios y la alegría, aquella que desborda y de la que Jesús ya nos habló, cuando nos comunicaba que  subía al Padre pero que volvería, que no se  iba definitivamente.
Sentado a la derecha del Padre, decimos en el credo. Es una forma de hablar, pero lo que se nos quiere decir  es que Dios sigue creando, actuando, el Hijo sigue salvando y el Espíritu sigue santificando. Esa es la apuesta del Dios Trinitario en favor de toda la creación y  de forma muy concreta en favor del hombre, su criatura, que ha sido elevado a rango de hijo de Dios, y destinado y llamado a participar de su vida, de su gloria, en plenitud, desde su propia vida. 
FELIZ DÍA DEL SEÑOR. 

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