sábado, 13 de abril de 2013

TERCER DOMINGO DE PASCUA. CICLO C.

 TODO SE REPITE. NADA ES IGUAL.
Con el evangelio de este tercer domingo de la Pascua del Señor, nos vamos a Galilea, a la orilla del mismo lago en donde Jesús en su momento  invitó a los discípulos a seguirle.
 Han transcurrido ya tres años y han pasado  muchas, muchas cosas. Parece que todo vuelve a la normalidad, a lo de antes, pero no, pues aunque Pedro, Juan, Santiago y algunos otros andan en su faena, en lo que saben hacer, en la pesca, hay algo nuevo en sus corazones.
 Es la noche cerrada y no han cogido nada, esto ya paso en cierta ocasión pero en pleno día. 
 Y, como en aquella otra ocasión, se les vuelve a invitar a echar las redes por la derecha. Hay alguien que recuerda y descubre que  el que esta a la orilla es el Señor Jesús y se lo dice a Pedro que se tira al agua sin dudarlo.
 Cuando están a la orilla se encuentran que Jesús les tiene la cena preparada: pan y peces. Ya paso algo similar cuando dió de comer a unos cinco mil con la ayuda de un niño, y comparte con ellos el fruto del trabajo en el alba de un nuevo día.
Parece que todo es como antes, que es lo mismo, Pero no, ellos saben que no y nosotros también. No se atrevían a preguntarle porque sabían que era el Señor, nos dice el evangelista de forma discreta.
Nada es como antes pues en sus vidas hay  alguien que ha abierto una puerta para andar por un sendero nuevo y que comparte con ellos oscuridades, necesidades, esperanzas y afanes a la orilla del trabajo: Eucaristía
La segunda parte del texto es como la ocasión que se le brinda a Pedro de resarcirse ante los hermanos de sus negaciones, de sus fanfarronerías. Es  una purificación del corazón que solo ha de estar en el amor y en el servicio fiel y no desde el afán de protagonismo, sino desde la cercanía y preocupación real por los hermanos: es lo que le pide el Señor.  El valentón que todo lo puede ha de quedar atrás reconciliado por la  humildad y el amor.
El sígueme que se le dice a Pedro ya lo oyó en otra ocasión en esa misma orilla, pero ahora también es distinto. Ahora está cargado de realismo y de entrega:  entrega hasta el extremo de  dar la vida  como la dió y la da el que le invita, en la obsoluta confianza de que no va a estar sólo y de que ese camino es el que hay que seguir: La Eucaristía ha de ser permanente y rubricada con la entrega de la propia vida en el día a día.
¡¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario