sábado, 6 de abril de 2013

DOMINGO SEGUNDO DE PASCUA DE RESRURRECIÓN. CICLO C.

 EL ENCUENTRO. 
Nos cuenta el evangelio de este domingo que Jesús no se deja esperar pues al anochecer de aquel día
primero, se hace presente en medio de ellos siendo
portador de la paz y de la alegría y del Espíritu.
Ya ha habido alguno que ha tenido una experiencia  que les debería ir sacando de la situación en la que se encuentran.


María Magdalena, Pedro y Juan ya han estado por la mañana temprano en el sepulcro pero no terminan de entender  que es lo que ha pasado. Se encuentran en una casa con la puertas cerradas. El miedo puede mas que los signos y señalas que han visto. Esta presencia de Jesús además de darles la paz y devolverles la alegría, les abre el corazón con el don del Espíritu Santo para que  salgan al mundo como testigos  del perdón y del amor de Dios.
  Les invita a abrir las puertas. La casa en la que se esconden, de ahora en adelante, ha de tener las puertas siempre abiertas a todo el que se acerque a ellos. Es mas, son ellos los que han de  salir al mundo a anunciar el perdón, el amor y la misericordia de Dios.
La segunda parte de este texto de hoy  tiene mucho que ver con la primera. No va a ser fácil, van a encontrar resistencia, la gente no se va a fiar, así como así, de lo que ellos dicen haber experimentado. La gente necesita tocar, sentir,  dejarse estremecer y eso quien único podrá hacerlo en el Señor. Se nos dice que Jesús, a la semana siguiente, vuelve en busca de Tomás, a quien ellos ya anunciaron lo vivido, pero que  pide  pruebas y la única prueba que  hay es el mismo Jesús. No son ellos quienes le convencen con sus  palabras. Es Jesús el que  hace que Tomás se rinda ante lo evidente. 
 A notar que tanto en la primera parte como en la segunda es Jesús quien toma la iniciativa, quien se acerca, quien permite que la fe sea una realidad que transforma, libera y pacifica. 
 A los primeros se les dió una señal: el sepulcro vacío. Al segundo, se le da el testimonio de lo vivido, pero ambos son insuficientes. Es necesaria la presencia de Jesús para que la fe empiece a ser una realidad. Lo dado antes de su presencia no dejan de ser datos, fiables o no, pero nunca convincentes y que conduzca a la adhesión personal al Señor. 
Llego a estas conclusiones:
En la fe, la iniciativa siempre es del Señor pues no  porque nosotros nos empeñemos en hacer que los demás crean ellos va a creer.
 Con nuestro testimonio preparamos el terreno, es verdad, pero la  fe es cuestión de encuentro personal con Jesús en donde El es quien siempre toma la iniciativa de acercarse y darse a conocer.
Este encuentro con Jesús llena de paz y de alegría, señales irrefutables de su presencia y llena del Espíritu, que lleva a romper con los miedos y barreas que hasta ahora han podido existir.
Creo que saber esto es una buena medicina ante nuestros desalientos y desánimos a la hora de anunciar. No es cuestión solo de nuestra voluntad, también es cuestión del Señor. Nosotros somos sus anunciadores, nada mas. Los que preparamos el terreno. El es el que se acerca y completa nuestra obra y bendice nuestro esfuerzo y nos hace testigos de su acción salvadora en los demás, en la que nosotros, embargando nuestra vida, hemos colaborado.
No podemos dejar atrás algo muy importante: el envío para perdonar, para llevar el perdón de Dios. Nace un nuevo sacramento en la Pascua del Señor, el sacramento del perdón ( sacramento pascual), al que nosotros llamamos confesión y que no es ni mas ni menos que la prolongación de aquello que Jesús pidió en la cruz al padre. Aquel "perdónales porque no saben lo que hacen".
 El envía a los suyos a ser  portadores de este perdón  en el nombre del Padre, en el suyo propio y con el Espíritu. El Dios trinitario que desde  los comienzos está haciendo germinar una vida distinta en el corazón del hombre y que desde Nazaret mostró cercanía y fidelidad en un derroche de amor solidario y perdón gratuito entregándonos a su Hijo amado
 ¡¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!!
    

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