sábado, 19 de enero de 2013

SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.

 SALVAR EL AMOR.
El relato del Evangelio de esta semana nos lleva de la mano del Evangelista San Juan  hasta Caná de Galilea en donde Jesús junto con su Madre y sus discípulos disfrutan de una fiesta tan familiar como  es una boda.
Y sucede, como todos sabemos, que se quedan sin vino y que por la intervención de María, Jesús soluciona el problema a esta familia que se veía en un serio aprieto.
  Aunque aún no había llegado su hora, la hora de manifestarse y de manifestar en plenitud el proyecto de Dios para con el hombre, accede a la sugerencia de su Madre y convierte las tinajas de agua, dispuestas para la purificaciones, en tinajas de vino. El mejor vino que hasta el momento se había servido en aquella fiesta..
Hasta aquí todo parece normal y sin meternos en laberintos exegéticos, podemos decir de entrada que Jesús salva la fiesta motivada por el amor de los novios, con su presencia, su palabra y su acción, ante la oportuna sugerencia de alguien muy cercano a El que le impele a que adelante su hora. Al tiempo que  su papel de madre, por el momento, va a quedar en las sombras y solo será  sacado a la luz en momentos muy concreto, pero siempre en relación con la palabra y con los demás. 
Jesús es ¿empujado? a ocupar el puesto  por los que  tiene a su alrededor, primero ha sido el Bautista  que lo señala y le reconoce en autoridad y derecho y ahora es su Madre quien le da el último empujoncito aunque El manifieste que no ha llegado su hora.
 Empieza la hora, el tiempo de Jesús y termina el tiempo de los demás, aunque estos tiempos de los otros simbolizados en Juan y en María: palabra proclamada y palabra aceptada, no quedan en el olvido sino que son integrados en el suyo dándoles plenitud y cumplimiento. Aún  no es su tiempo definitivo.
Se inicia el tiempo del salvar el amor, todo amor, el de Dios y el del hombre.  Esto solo lo puede hacer alguien que sea Dios y hombre verdadero y ese es Jesús.
A destacar que en este acontecimiento está presente la Iglesia naciente, la misma que luego, en Pentecostés, recibirá el Espíritu Santo y el encargo de llevar la Buena Noticia del Amor de Dios a todos los pueblos. Amor de Dios necesitado del amor del  hombre, para  poder concretarse en la historia del mundo. 
 Hoy la Iglesia, nosotros, los herederos de aquella primera que ya se gestaba  en Caná de Galilea, la que ha de llevar a cabo esta misión: salvar el amor de Dios y el amor del hombre.
 El amor hay que salvarlo, no solo en nuestros tiempos, sino en todos los tiempos. Esto sólo se consigue amando, amando como Dios nos ama. Como nos amó, nos ama y nos amará Jesús. Por eso no le importó adelantar su hora.
 La es Iglesia, sacramento, Cuerpo de Cristo, la que está llamada a adelantar su hora porque se hace urgente salvar el amor, salvar todo amor, ofreciendo al hombre la posibilidad de degustar el vino nuevo de la Pascua Nueva, el de las bodas de Cristo con su Iglesia, para que el hombre disfrute en plenitud de la fiesta de la vida
Feliz día del Señor.   

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